domingo, 1 de octubre de 2023

sueño por vos

 Éramos él y yo, los dos solos, sentados en el balcón del segundo piso de ese departamento, viejo pero hermoso, que habitábamos por aquél entonces. Conservaba la misma juventud desde la última vez que lo vi. Con sus extremidades largas y flacas, su nariz puntiaguda, y sus lunares, ah y también ni una arruga más ni una menos. No recuerdo como me veía yo, mi punto de vista no me lo permitió atisbar. Sonreíamos los dos, mientras tomábamos un mate, y mirábamos las calles del pueblito montañés en el que vivíamos. Hablábamos en francés, su lengua madre, en parte porque estábamos en Francia y en parte porque ya se había aburrido de hablar italiano conmigo. Digamos también que después de la guerra y el fascismo, no era tan agradable para su oído esa lengua tana, tan mía. El sol nos golpeaba de lleno, y a medida que hablábamos fui recordando todo. Una infinidad de momentos, valiosísimos para mí, pero que ya había aprendido a olvidar. Volvían uno a uno, mientras miraba su rostro, su forma de expresarse, de gesticular, de tomar el maté por debajo y beberlo a grandes sorbos. Ciertamente lo extrañaba demasiado, tanto así que mi psiquis tuvo que inventarse a este tipo, hecho a la cruda imagen de él, rescatado de lo más profundo de mis recuerdos. "Alors, Oreste, on va ecrire la lettre a ma mere ou pas?" Claro, en torno a esto rondaba nuestra conversación, le íbamos a redactar una carta a su madre, para avisarle que estábamos bien al sur, sanos y salvos, y que ni bien ahorremos los euros necesarios para pagar el tren iríamos a verla. "Oui Oui, bien sur, donne moi". Tomo la hoja que está sobre la mesa y empiezo a dibujar esos caracteres que forman letras, palabras, frases. A él lo incomodaba muchísimo dar aviso de este tipo de cosas, prefería que vayan llegando naturalmente, y que sus allegados se vayan enterando, así, por boca de otros, de sus andadurías. Recuerdo que era algo que yo siempre le criticaba, y al parecer ahora, había decidido seguir mis pasos. La carta estaba por la mitad cuando lo miré y su sonrisa pareció congelarse, en un momento, precioso. Que nunca iba a volver, a existir, a ser. Los años ya habían dejado su huella, y mi alrededor era otro, de buenos aires pero de malos amores. Tenía que irme. Tuve que irme. Dolió como hace mucho no dolía.

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