lunes, 30 de octubre de 2023

consigna c/poema incluido

  Sentado en el sillón, al lado de ese viejo, que recién ahora comienzo a conocer, escucho lo que tiene para decir. Lo miro y me sonríe, con su rostro, como succionado para adentro, repleto de finitas arrugas, y con apenas dientes para masticar alguna verdura, que lo ayude a ir de cuerpo. Mi presencia, hoy, lo alivia. El poeta chileno Claudio Bertoni decía: "Piensas que despertar te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que dormir te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que el desayuno te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que el pensamiento te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que hacer un trámite te va a aliviar/ y no te alivia {...} Piensas que el tiempo te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que descansar te va a aliviar/ y no te alivia" La mano de ese viejo se posa suavemente en mi muslo. Es el alivio. Que llega después de tanto, tan cerca del final. Miró sus recuerdos en mi imaginación. Me alivian. Al fin y al cabo el tiempo, el descanso, la comida, los amigos, la familia, el cine, los caminos, las risas, la vida. Alivian. Más de lo que Bertoni podía imaginarse.

poema 30

Ese amor

Tuyo

Por mí

¿Cuántas veces lloro?

¿Cuántas veces canto?

Las necesarias, me vas a decir

Por ahora es solo mío

Para guardar y amar

De ahí yo

entré, para no salir más

Salí

Para no volver a entrar

En vos 

En tu cuerpo

En tu esencia, materializada

Por la ciudad

En donde los cuerpos que se buscan, no se encuentran

Y tu niña ríe con mi niño

Buscan los abrazos más suaves 

Los que nos dimos

jueves, 26 de octubre de 2023

Crónica (borrador)

 

Hace unos meses tuve una conversación con mi padre, Claudio Canonico acerca del retorno de la democracia en el país y sobre la última dictadura. Teniendo como punto de partida el veinticuatro de marzo, fatídico día en el que se arrebató la democracia -por última vez- de las manos del pueblo argentino, le pregunté acerca de su experiencia, habiendo vivido ese día, esas, semanas, meses, años. El recuerdo que le dejaron, como le afectaron. Empecé por lo que más me intrigaba, siendo la juventud de mi padre una etapa desconocida para mí. Quería saber cómo había sido vivir su adolescencia en ese entonces, en plena dictadura militar, para contrastarla luego, supongo, con mis veinte años vividos en democracia. Fue entonces que a partir de esta charla comencé a tratar de reconstruir un pasado: ese pasado, tan nuestro, del que tanto había escuchado hablar. Los días, las horas, los minutos, pasaban, sin que yo pudiese dejar un trazo de lo que estaba reconstruyendo. Sentía un enorme respeto, y cierto pudor ansioso. Sentía que el lugar desde el que hablase tenía que ser perfecto.

 Hasta hoy, un día lluvioso de octubre, de dos mil veintitrés, un día después de las elecciones nacionales, en las que la fuerza política que quedó en segundo lugar, de cara al ballotage, además de reivindicar el militarismo de estos años, y etiquetar las atrocidades cometidas contra la población civil como “excesos”, trae devuelta un discurso en detrimento de los derechos humanos, derechos por los que lucharon miles de argentinos en estos últimos cuarenta años. Por esto decidí que hoy era el momento de comenzar a escribir, para dejar testimonio de lo que sucede, en ojos de los “insignificantes” si se quiere, de la historia argentina, cuando se vive una dictadura militar.

 Madrugada del veinticuatro de marzo, del año mil novecientos setenta y seis. En la casa del joven Claudio Canonico, de dieciséis años, los que pueden permitírselo duermen. Duermen tranquilos, a pesar del tenso clima político y social de incertidumbre que domina en el país. Su padre, Piero Oreste Canonico, es un inmigrante italiano, que después de combatir en la segunda guerra mundial, decidió asentarse en la Argentina, para no volver nunca más a esas tierras que vieron nacer al fascismo que lo mando a matar y morir al campo de batalla. Por otra parte, su madre se llama Nelly Esther Iñigo, y es oriunda de Tucumán, hija de un terrateniente que nunca la reconoció. Juntos criaron a Claudio y a Eduardo, su hermano mayor, lo mejor que pudieron; les dieron educación, comida, cariño, y todo lo que pudiera permitirse. Estaban acostumbrados a que el día a día fuese duro, pero con el trabajo de Piero, y el afecto de Nelly, la casa y la vida familiar se mantenían ordenadas y tranquilas. En las semanas previas al veinticuatro de marzo en los diarios, la radio y la televisión informaban de atentados, secuestros, violencia y caos en la ciudad, Claudio les prestaba especial atención, por ejemplo, recordaba perfectamente la masacre de Ezeiza, que tuvo lugar en el setenta y tres, cuando Perón regresó a la Argentina de su exilio. El escuchaba estos salvajes hechos, pero no los vivenciaba en su cotidianeidad. Claudio y su familia vivían sobre la colectora Panamericana en Martínez, provincia de Buenos Aires, y no transitaban demasiado el centro de la ciudad, lugar de donde provenían la mayoría de estas noticias. Tal vez por esta costumbre de informarse, fue que en las primeras horas que siguieron al amanecer, mientras su padre se preparaba para ir a trabajar, y él se alistaba para ir a la escuela, Claudio prendió la radio. Tal vez quería seguir al tanto de como evolucionaba este panorama de “efervescencia política”. Tal vez. Sin embargo, en la radio no sonó la voz usual, esta vez se escuchaba hablar a una voz aguda, otra, que se pronunciaba en nombre de “la junta militar”, y les comunicaba que, a partir de ese día, en palabras de Claudio, cuarenta años más tarde, se habían esfumado las libertades cívicas, bajo -nuevamente- una dictadura, en donde el estado de derecho había cesado de existir.  “Se comunica a la población que a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta Militar. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a la disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial. Así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones. Firmado: Jorge Rafael Videla; Teniente General, Comandante General del Ejército. Emilio Eduardo Massera; Almirante, comandante General de la Armada. Orlando Ramón Agosti; Brigadier General, Comandante General de la Fuerza Aérea”. Esto fue textualmente lo que Claudio y parte de su familia escucharon en esa desolada mañana. La reacción inicial fue de incertidumbre. Se tenía que llevar a cabo una operación densa. Y esa operación tenía el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. La cifra -abierta- como reclamo constante, que dejo, de detenidos y desaparecidos es de treinta mil, aunque hoy muchos la busquen refutar, denotando así no otra cosa que su apoyo moral y hasta cómplice a esta sangrienta operación. Que la duda surja en cierto sector igualmente es de entender, ya que, en esos años, el argentino promedio, era testigo únicamente de los hechos que la junta quisiese que fuese testigo. Con todos los medios de comunicación intervenidos, -radio, televisión, diarios- y en manos del estado, lo que llegase a través de este medio pasaba a ser lo verosímil, lo real, sobre lo que se estaba viviendo. No había con que ponerlo en cuestión, a groso modo. Militares en las calles, supliendo a las fuerzas policiales, tanques desfilándose por las grandes avenidas en los desfiles militares, agentes “de civil” con gafas negras polarizadas, y bigotes que cubrían sus rostros como una máscara homogénea del abuso. Claudio los veía, los sentía, mirar, analizar, por encima de su hombro, cuando paseaba por la calle, cuando iba al colegio, cuando volvía, cuando decidía salir, los veía subirse al colectivo para pedir documentación, para a veces llevarse a algunos de los que les daban esa documentación.   

jueves, 12 de octubre de 2023

Satori

 El viento soplaba, gélido, en ese bosque risueño. R. y yo lo mirábamos expectantes desde la otra orilla del río. La hermana de R. nos acababa de dejar allí con su auto; el trayecto de ripios nos había dejado la retaguardia cuadrada como un pedazo de tronco para fogón, pero ni bien bajamos nos sentimos renovados, veinte años más jóvenes como mínimo, cual bebes pataleando en una camilla de hospital o llorando en los brazos de un doctor extraño. Ni el río, plagado de rocas musgosas y resbalosas, ni los arboles agitándose amenazadores por el viento ni el diablo mismo iban a impedir que pasemos la noche en ese bosque. Ya lo habíamos decidido. Procedimos entonces a sacarnos las botas, "Yo no voy a sacarme las botas, son impermeables" "Hace lo que quieras, pero mañana vas a caminar con dos peces en los pies" Ahora sí, nos sacamos las botas y sumergimos los pies en los primeros centímetros del río. Las piedras traicioneras nos hicieron patinar más de una vez, pero después de aprender a limpiarles el musgo con el pie antes de pisarlas, se fueron haciendo más dóciles. Lo cruzamos en diez minutos reloj, y cuando llegamos a tierra otra vez, mojados y ansiosos nos recibió ese inmenso bosque. Las milenarias ramas de sus cientos de arboles gritaban y se movían de manera brusca con el viento norte. Caminábamos y nos ad adentrábamos en la oscuridad, iluminados por nuestras linternas. "Bueno, ¿y ahora que?" dije impulsivamente, sin esperar respuesta. El pasto y el barro se hundían bajo nuestros pasos. El viento cada vez soplaba más fuerte, y hacía descender aun más la temperatura. "Podríamos buscar un lugar para dormir... En donde el viento no alcance a tirar abajo la carpa y en donde no nos trabaje tanto el frío, viste que yo tengo esta campera, este pantaloncito, y bueno, ya conoces la tecnología de punta que maneja mi añeja bolsa de dormir" Media hora transcurrió desde que R. me dijo eso y los dos seguíamos merodeando, la amplitud y profundidad que el bosque no paraba de mostrar me tenía perplejo, pero también me ansiaba a tomarlo, a conquistarlo, aunque eso fuese virtualmente imposible para alguien como yo. Pensaba. Alguien con tan altas aspiraciones, debería estar en otro lado. Ya estaba pensando demasiado, y aunque el camino parecía caminarse solo, empecé a sentir cada paso como lo que era. Una huella más. Perdida, que se desvanece en la inmensa plenitud, de otras huellas pisadas, que fueron formando y forman el corazón de este bosque, que ahora se me muestra como un todo, como lo que verdaderamente es. Un dios. "¿Estás bien?" Alienado, fracturado, pude entrar por esa puerta, por un segundo.        

lunes, 2 de octubre de 2023

línea de tiempo para la crónica.

 Año mil novecientos ochenta y tres.

Enero: "Aceleración de la apertura democrática", Post desastre de Malvinas. Alfonsín se compromete a enjuiciar a las juntas. ¿Interna en la UCR? Finalmente no, Alfonsín fascinaba en las masas, y se había logrado consolidar como la contracara del Proceso. 

https://www.youtube.com/watch?v=4QobNUK90nE&ab_channel=CanalEncuentro

Cultura en los 80's:

https://www.alfonsin.org/otraspoliticas/la-cultura-en-los-80/

domingo, 1 de octubre de 2023

sueño por vos

 Éramos él y yo, los dos solos, sentados en el balcón del segundo piso de ese departamento, viejo pero hermoso, que habitábamos por aquél entonces. Conservaba la misma juventud desde la última vez que lo vi. Con sus extremidades largas y flacas, su nariz puntiaguda, y sus lunares, ah y también ni una arruga más ni una menos. No recuerdo como me veía yo, mi punto de vista no me lo permitió atisbar. Sonreíamos los dos, mientras tomábamos un mate, y mirábamos las calles del pueblito montañés en el que vivíamos. Hablábamos en francés, su lengua madre, en parte porque estábamos en Francia y en parte porque ya se había aburrido de hablar italiano conmigo. Digamos también que después de la guerra y el fascismo, no era tan agradable para su oído esa lengua tana, tan mía. El sol nos golpeaba de lleno, y a medida que hablábamos fui recordando todo. Una infinidad de momentos, valiosísimos para mí, pero que ya había aprendido a olvidar. Volvían uno a uno, mientras miraba su rostro, su forma de expresarse, de gesticular, de tomar el maté por debajo y beberlo a grandes sorbos. Ciertamente lo extrañaba demasiado, tanto así que mi psiquis tuvo que inventarse a este tipo, hecho a la cruda imagen de él, rescatado de lo más profundo de mis recuerdos. "Alors, Oreste, on va ecrire la lettre a ma mere ou pas?" Claro, en torno a esto rondaba nuestra conversación, le íbamos a redactar una carta a su madre, para avisarle que estábamos bien al sur, sanos y salvos, y que ni bien ahorremos los euros necesarios para pagar el tren iríamos a verla. "Oui Oui, bien sur, donne moi". Tomo la hoja que está sobre la mesa y empiezo a dibujar esos caracteres que forman letras, palabras, frases. A él lo incomodaba muchísimo dar aviso de este tipo de cosas, prefería que vayan llegando naturalmente, y que sus allegados se vayan enterando, así, por boca de otros, de sus andadurías. Recuerdo que era algo que yo siempre le criticaba, y al parecer ahora, había decidido seguir mis pasos. La carta estaba por la mitad cuando lo miré y su sonrisa pareció congelarse, en un momento, precioso. Que nunca iba a volver, a existir, a ser. Los años ya habían dejado su huella, y mi alrededor era otro, de buenos aires pero de malos amores. Tenía que irme. Tuve que irme. Dolió como hace mucho no dolía.

Rantnatural

Los arboles Los ríos Las cascadas Las montañas Las rocas La tierra Sembla tan lejana a mí, en este momento No puedo llegar hasta ella, tan s...