Sentado en el sillón, al lado de ese viejo, que recién ahora comienzo a conocer, escucho lo que tiene para decir. Lo miro y me sonríe, con su rostro, como succionado para adentro, repleto de finitas arrugas, y con apenas dientes para masticar alguna verdura, que lo ayude a ir de cuerpo. Mi presencia, hoy, lo alivia. El poeta chileno Claudio Bertoni decía: "Piensas que despertar te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que dormir te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que el desayuno te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que el pensamiento te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que hacer un trámite te va a aliviar/ y no te alivia {...} Piensas que el tiempo te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que descansar te va a aliviar/ y no te alivia" La mano de ese viejo se posa suavemente en mi muslo. Es el alivio. Que llega después de tanto, tan cerca del final. Miró sus recuerdos en mi imaginación. Me alivian. Al fin y al cabo el tiempo, el descanso, la comida, los amigos, la familia, el cine, los caminos, las risas, la vida. Alivian. Más de lo que Bertoni podía imaginarse.
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