jueves, 12 de octubre de 2023

Satori

 El viento soplaba, gélido, en ese bosque risueño. R. y yo lo mirábamos expectantes desde la otra orilla del río. La hermana de R. nos acababa de dejar allí con su auto; el trayecto de ripios nos había dejado la retaguardia cuadrada como un pedazo de tronco para fogón, pero ni bien bajamos nos sentimos renovados, veinte años más jóvenes como mínimo, cual bebes pataleando en una camilla de hospital o llorando en los brazos de un doctor extraño. Ni el río, plagado de rocas musgosas y resbalosas, ni los arboles agitándose amenazadores por el viento ni el diablo mismo iban a impedir que pasemos la noche en ese bosque. Ya lo habíamos decidido. Procedimos entonces a sacarnos las botas, "Yo no voy a sacarme las botas, son impermeables" "Hace lo que quieras, pero mañana vas a caminar con dos peces en los pies" Ahora sí, nos sacamos las botas y sumergimos los pies en los primeros centímetros del río. Las piedras traicioneras nos hicieron patinar más de una vez, pero después de aprender a limpiarles el musgo con el pie antes de pisarlas, se fueron haciendo más dóciles. Lo cruzamos en diez minutos reloj, y cuando llegamos a tierra otra vez, mojados y ansiosos nos recibió ese inmenso bosque. Las milenarias ramas de sus cientos de arboles gritaban y se movían de manera brusca con el viento norte. Caminábamos y nos ad adentrábamos en la oscuridad, iluminados por nuestras linternas. "Bueno, ¿y ahora que?" dije impulsivamente, sin esperar respuesta. El pasto y el barro se hundían bajo nuestros pasos. El viento cada vez soplaba más fuerte, y hacía descender aun más la temperatura. "Podríamos buscar un lugar para dormir... En donde el viento no alcance a tirar abajo la carpa y en donde no nos trabaje tanto el frío, viste que yo tengo esta campera, este pantaloncito, y bueno, ya conoces la tecnología de punta que maneja mi añeja bolsa de dormir" Media hora transcurrió desde que R. me dijo eso y los dos seguíamos merodeando, la amplitud y profundidad que el bosque no paraba de mostrar me tenía perplejo, pero también me ansiaba a tomarlo, a conquistarlo, aunque eso fuese virtualmente imposible para alguien como yo. Pensaba. Alguien con tan altas aspiraciones, debería estar en otro lado. Ya estaba pensando demasiado, y aunque el camino parecía caminarse solo, empecé a sentir cada paso como lo que era. Una huella más. Perdida, que se desvanece en la inmensa plenitud, de otras huellas pisadas, que fueron formando y forman el corazón de este bosque, que ahora se me muestra como un todo, como lo que verdaderamente es. Un dios. "¿Estás bien?" Alienado, fracturado, pude entrar por esa puerta, por un segundo.        

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