martes, 30 de mayo de 2023

El mar y la ciudad.

 La pequeña Mer caminaba por las calles de caballito como cualquier otro día. Caminaba respirando el delicioso olor a pata mezclado con humedad que inundaba esas calles. Eso se respiraba como cualquier otra cosa respirable dentro de los respirables hedores que uno podía respirar. Por la nariz y con gusto. De igual manera su mente divagaba en otras cuestiones. Tenía que asistir algún lado, semblaba asunto importante, pero no recordaba el dónde ni el por qué específicamente. En una epifanía, su frágil memoria le recordó que el subterráneo la podía llevar a donde sea que necesitase, así que alegremente decidió encarar hacía la estación mas cercana. La misma tenía el nombre de Río de Janeiro y se encontraba a unos tres coma cinco metros de distancia de donde ella se encontraba, dato exacto extraído del último censo de distancias cotidianas. Entonces sonrió, estiró una de sus piernas lo más que pudo y dio con el primer escalón a descender. Dentro la cosa cambiaba, era el paraíso subterráneo que ella bien conocía. Bossa, praia, mar, arena, bellas chicas y bellos muchachos en flojas vestiduras. En fin, lo que se podía esperar de un lugar como Río. En regardant ce merveilleux spectacle la petite Mer tomba. Tropezaron tanto ella como el mar, como bien dije. La diferencia fue que ella fue a parar sobre la cinta transportadora del subte. El mar por otro lado terminó en el olvido mismo, igual que siempre. Se deslizo por unos minutos, tranquila, sabía que aunque resultase brusco, era la manera que el metro tenía de llevarte siempre a tu lugar. Después de cinco minutos de deslizamiento la cinta frenó en seco y escupió a su única pasajera hacia la calle. Levantó la cabeza y observó un edificio monumental, con una impronta francesa en su arquitectura, los carteles aledaños le daban nombre: Centro Cultural Kirchner. Lo primero que vino a su mente fue el genial pintor alemán Ernst Ludwig Kirchner. Luego sus neuronas hicieron sinapsis y recordó lo que era tan importante, importantísimo, de hecho. Trabajar. Haciendo algo. En ese lugar. Eso precisaba. Miró su reloj y este le devolvió un chorro de perfume en la cara. Era lo que este hacía siempre que llegaba tarde a algún lado. Se ató los cordones de las botas y se lanzó a las escaleras del edificio, corriendo. La recibieron dos jóvenes de alta estatura. "Buenos días", dijeron al unísono. "Hola! estoy llegando tarde", respondió Mer. "Vos debes ser el mar", le respondieron al unísono, otra vez, y procedieron a empujarla dentro del lugar sin aguardar respuesta.

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