Entonces, cuando ví la cruz erigida a lo lejos, no pude más que frenar y gritar ¡Aleluya! con toda mi restante capacidad pulmonar. A mi grito respondió un solo trueno, dibujado en el cielo azul marino cómo un espejismo. Y lo siguió una intensa lluvia negra que se abalanzó sobre mi carne desnuda, sobre mis huesos. Sentí, en se momento, la furia de eso que llaman dios.
jueves, 21 de marzo de 2024
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