Un niño empuja la silla de ruedas en la que yace su padre discapacitado. El sol de las tres de la tarde, dorado, fuerte y eterno los golpea a los dos de lleno, mientras una inocente sonrisa, de juego, se esboza en su cara. Bajan de la vereda a la calle, por el sendero verde de la bicisenda. Un drogadicto se cruza a la vereda opuesta, derrochando sus tics nerviosos por el espacio. Una mujer anda en patines, sin preocupaciones, disfrutando el aire verde de la plaza San Martín. En fin, hoy es sábado, ayer fue feriado; no hay más que disfrutar la tarde. Observo todo desde mi balcón. Soy como un voyeur, disfrazado en mi toalla de baño, con los cabellos húmedos y el torso descubierto. Un voyeur arriesgado. Sin dudas con la esperanza de que alguien lo descubra a él también.
martes, 2 de abril de 2024
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