martes, 11 de abril de 2023

Garotos problematicos.

  De repente entramos, después de tantos intentos fallidos, realmente habíamos entrado en ese repelente hospital.

  Nuestro portal hacia la época de 1925 fue una pequeña ventana rota provista de vidrios punzantes, la cual supuso un desafió no muy agradable para dos tipos de metro ochenta y pico como Carlos y yo, pero en nuestra balanza mental pesaba mas lo que sabíamos que nos deparaba ese lugar que cualquier raspón infectado. No obstante al cruzar por la ventana, los dos transpirábamos nervios, sabíamos muy bien que a la vuelta de la esquina nos esperaba toda la fuerza represiva que el misero lugar podía ofrecer, pero no íbamos a permitir que eso arruinase el increíble viaje al pasado que teníamos planeado. 

  Así que simplemente comenzamos a caminar por el pasillo que teníamos a nuestra derecha, y al adentrarnos nos topamos justamente con lo que habíamos ido a buscar, una postal tétrica pero maravillosa, en donde el abandono y la decadencia no se ocultaban, y eso nos extasiaba, a cada paso que dábamos sentíamos que nos sumergíamos mas y mas, en nuestras mentes veíamos a los enfermeros y a los enfermos deambular por esos amplios corredores, con sus respectivas camillas, y a la par nos preguntábamos quién habría sido el ultimo visitante de aquel antro.

  Todo iba tal cual lo planeado, al fin y al cabo todo indicaba que nadie se había percatado de nuestra presencia, y tras una hora de investigar y saciar un poco nuestra curiosidad nos sentamos, algo cansados, a descansar cada uno en una silla de ruedas distinta, y descansar fue lo único que no pudimos hacer. Resulta que no estábamos tan solos como pensábamos, ya que empezamos a escuchar una sonata muy bella que alguien estaba cantando y tocando una bella melodía en su guitarra: Al corroborar que no se trataba de mi imaginación me estremecí, y mire a Carlos con un profundo desconcierto, ¿Quien estaba tocando esa canción, cuyo sonido me remitía a las mas hermosas playas brasileñas, en un hospital abandonado de Villa Ortuzar? Pero rápidamente mi desconcierto se transformo en pudor al ver como Carlos se levantaba instintivamente e invitaba al misterioso playador a mostrarse; no podía evitar sonreír al escuchar su lengua nativa aun en tan incomoda situación. 

  Viendo lo que aconteció momentos mas tarde, me siento un tonto por haberme puesto tan a la defensiva, pero el contexto respaldaba mi malestar. Resulto pues que el playador misterioso no era ningún fantasma ni demonio, si no tan solo un vagabundo oriundo del Brasil, que habitaba el hospital hace años, y con el que nos quedamos bebiendo y charlando -con Carlos funcionando como interprete entre el desconocido y yo- hasta entrada la madrugada.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Rantnatural

Los arboles Los ríos Las cascadas Las montañas Las rocas La tierra Sembla tan lejana a mí, en este momento No puedo llegar hasta ella, tan s...