jueves, 8 de agosto de 2024

Chaumont

 Exterior, noche, salgo del Gaumont y me paro a mirar los posters de las distintas películas en cartelera. Dispuestos en las puertas transparentes por las que acabo de salir, los posters tienen imágenes llamativas, coloridas, pero yo le presto particular atención a los nombres en letra chica, buscando un nombre familiar. Por esas mismas puertas sale un muchacho, despeinado, zaparrastroso, incoloro, oloroso. Rápidamente deja las cosas que lleva debajo del brazo en un colchón que está tirado a un costado del cine y se dirige hacia mí. 

"Está esta muy buena... Está también... Está  esta masomenos pero a mí me gusto igual..."

Me decía mientras señalaba con el dedo los distintos posters: Los justos, Berta y Pablo, alguna que otra película animada infantil, en cartelera por las vacaciones de invierno.

"Está me hizo llorar..."

Me dice, señalando una película animada de ositos. Yo, curioso de a dónde llevará la interacción, le señalo uno de los posters.

"Las corredoras... está te la recomiendo, a mí me gusto mucho"

Sonríe y me responde:

"Ja esa me encanta, la vi como cuatro veces ya"

Algo de ternura me desborda, es cómo si estuviese todo bien, en todos lados, en la cabeza de toda la gente, por esos breves cinco segundos de interacción. Me quedo en silencio, con una sonrisa dibujada en mi rostro. Yo no lo ví, pero él también tenía una sonrisa fijada, al seguir viendo los posters. La calle detrás nuestro rugía sonidos nocturnos, de autos, de gente pasando, de vendedores vendiendo artículos vendibles, comestibles, bebibles y la luz que emanaba el cine nos terminaba de iluminar, cómo se ilumina una epifanía en la cabeza de un director brillante. Cinco segundos, para seguir con la misma mierda de siempre, otros cinco segundos más. Sin mediar palabra cada uno volvió a su rutina mental habitual; ordenar mis cosas en el piso, acomodar mis frazadas, esconder mi bolsita entre las frazadas, sobrepensar, siempre adelantando el tiempo, para así el tiempo pasa más rápido, supongo. Entró una vez más al cine, a mirar los posters, electrónicos, que hay dentro. Afuera se queda él, sentado en el piso, cómodo, supongo.  


jueves, 1 de agosto de 2024

Casa de Tita

Lucio es una de esas personas especiales. De esas que le despiertan a uno curiosidad, intriga, envidia, y amor. Podría decir que el tipo me cambio la vida. 

Felix, cuando esta parado en el escenario, se transforma por completo, se vuelve un enfermo, su boca se deforma de arriba para abajo junto con sus cejas, mientras grita, grita agudamente, grita gravemente, su cuerpo sufre espasmos, que lo llevan de un lado a otro, que lo llevan a agacharse, y agarrar su guitarra, para tocar siete acordes y volverla a dejar, apoyada en cualquier lugar. 

Luis, es espontaneo, ocurrente, inteligente. Sabe cuando entrar, cuando callarse y mirarte fijo en los ojos, cuando decirte eso que tal vez no querías pero deberías escuchar. 

Roma, es precavido, es astuto, es petizo. Toca el piano como un animal. Hay algo en su cabeza que modula y regula todas las frecuencias que siente y las traduce al lenguaje musical, para hacerse compañía con eso.


jueves, 16 de mayo de 2024

Que dios sea lo que quiera

No hay montaña más alta, que la que se erige en el medio de esta ciudad de locos y vagabundos.

Es una película digna de filmarse.

Los perros me siguen fielmente, mientras arrastro mi equipaje por la suciedad de San Martín.

“…Así que dios bendiga esos camiones de basura, porque sin ellos, todavía habría la misma cantidad de basura, pero la gente tendría constantemente presente el basural de lugar, que es este lugar.”

Cafetín en Buenos Aires.

El silencio y el bullicio.

El bullicio entre el silencio.

Amigos que se buscan, des encontrados, palabras mudas, que se buscan un afecto, aunque sea un tercio de afecto, en esta tarde de domingo: 15:49 horas, lluviosa y gris: me sembla a Corina Kavanagh, llorando enfrente de la plaza San Martín, en su edificio, dándole la espalda a la basílica de los Anchorena.

Salga a caminar.

Mire a un indigente a la cara.

Sienta y exprese lo que le pasa con eso.

No tenga miedo de mojarse.

Ni de quedarse parado.

Respire profundo e inhale los hedores que segregan las paredes cemento de anacrónicas construcciones monstruosas sin estilo ni tiempo real.

No se preocupe demasiado por como está vestido.

Vístase bien.

Mienta.

martes, 9 de abril de 2024

Rantnatural

Los arboles

Los ríos

Las cascadas

Las montañas

Las rocas

La tierra

Parece tan lejana a mí, en este momento

No puedo llegar hasta ella, tan solo describirla

Duele, y se siente extraño

Esta conexión, natural, desnaturalizada,

Me mantiene vivo, verdaderamente

Me mantiene buscando, jugando

Trabajando, por ella

En ciertos momentos, en los que siento, 

No sirvo para nada

Vuelve esa conexión, y me da tranquilidad

Le quita el velo a lo siniestro, dejando espacio a esa claridad

Que siempre termina por triunfar

En el divertido juego de ajedrez que juegan mis neuronas, con mi fisiología, 

Con mi corazón, con mi sangre, con mis venas, con mis ojos, con mi olfato, mi gusto,

Hace que se sienta correcto respirar, estar vivo,

Aunque sea lejos de esos arboles.

domingo, 7 de abril de 2024

01

Necesito escuchar tus latidos, tan cerca que 

Se sientan míos.

Mis manos en tus manos.

Recordando esa sensación, recuerdo

El triunfo.

Encaja en nuestras dos manos,

Suavemente

se desliza por lo subterráneo, sin ideal, sin norte.

Se corre fuerte, rápido, y voraz, 

es un vagabundo que indeleble por los gritos de la ciudad, sigue revolviendo en la basura.

Impresentable.

Radiante.  

martes, 2 de abril de 2024

Voyeurismo balconístico

 Un niño empuja la silla de ruedas en la que yace su padre discapacitado. El sol de las tres de la tarde, dorado, fuerte y eterno los golpea a los dos de lleno, mientras una inocente sonrisa, de juego, se esboza en su cara. Bajan de la vereda a la calle, por el sendero verde de la bicisenda. Un drogadicto se cruza a la vereda opuesta, derrochando sus tics nerviosos por el espacio. Una mujer anda en patines, sin preocupaciones, disfrutando el aire verde de la plaza San Martín. En fin, hoy es sábado, ayer fue feriado; no hay más que disfrutar la tarde. Observo todo desde mi balcón. Soy como un voyeur, disfrazado en mi toalla de baño, con los cabellos húmedos y el torso descubierto. Un voyeur arriesgado. Sin dudas con la esperanza de que alguien lo descubra a él también.

jueves, 21 de marzo de 2024

Cerro de la cruz, Cafayate

  Entonces, cuando ví la cruz erigida a lo lejos, no pude más que frenar y gritar ¡Aleluya! con toda mi restante capacidad pulmonar. A mi grito respondió un solo trueno, dibujado en el cielo azul marino cómo un espejismo. Y lo siguió una intensa lluvia negra que se abalanzó sobre mi carne desnuda, sobre mis huesos. Creí sentir, en ese momento, la furia de eso que llaman dios. Todos estos años estaba escondida ahí, atrás las montañas, en ese pueblo que por alguna razón me sentía como en casa. Desde el patio de Mamila, sucio, desordenado y hermoso, hasta la ruta sin pavimentar y arenosa, todo me hacía sentir justamente como en casa. Pero había algo en este camino que ahora me hacía caminar torpemente. Que me revoleaba bruscamente a la reflexión, poniendo a prueba mí escepticismo, mí propia existencia en ese lugar. Las placas de cerámica, algunas rotas, algunas enteras, que representaban a Cristo cargando su cruz hasta lo alto de esa montaña, me estaban aprendiendo una verdad indiscutible, demasiado real como para negarla. ¿Quién era yo para negarla? la historia al fin y al cabo daba cuentas de esa persona, que murió en una cruz, y que sembró la semilla ideológica más fuerte, duradera y oscura que jamás conocimos como civilización. ¿Y aparte quién era yo para no rendirme a sus pies? a sus fauces. Yo era yo. Pero yo no significa nada. No me pude tranquilizar y continué. Los arañazos de las ramas, de las plantas y de los arboles se tornaban coloradas en mi espalda y brazos, y cada vez me molestaban más, pero ahora mi paso estaba despejado, solamente se veían rocas, lisas, marrones y arcillosas, que me invitaban hasta esa enorme cruz metálica, donde no había lluvia, donde todo era hermoso. Por mi parte ya había intentado dejar de subir dos veces, primero a los tres kilómetros, cuando llegue a la primera cumbrecita, y me recibieron unos caballos poco amigables, y después a eso de los seis kilómetros, cuando pensé llegar al final de la montaña, hasta que ví como inexorablemente continuaba erigiéndose, cada vez más altas, las pilas y pilas de rocas repletas de vegetación y tierra. Así que en este punto, me pareció que solo me quedaba terminar de subir hasta esa cruz, que silenciosamente me había estado llamando desde que salí de la casa, para perderme en la ruta más de una vez, caminando por un río seco inmenso, y por casas que no me invitaban a pasar, y por ranchos llenos de animales que me gruñían y me rechazaban, instándome a volver por donde había venido. Ahora la veía. No nos separaban más que unas trescientas piedras, y si bien el miedo ya me empezaba a carcomer, miraba para abajo y veía mis botas subir y subir, pisando y trepando, entre rocas mojadas, grafitis borroneados que indicaban el sendero correcto y bichos que saltaban despavoridos con cada paso mío. Cada vez más cerca. La lluvia y el frío me hacían doler la piel, la musculosa que tenía tampoco me ayudaba, me raspaba las heridas, haciéndolas sangrar. Pero estaba cada vez más cerca. Cada vez más cerca. Convertirme en una placa más de la montaña. ¿Lo había soñado? no podía estar soñando. El dolor era real, la angustia también, mis botas, subir y subir. Subir era real. Lo mágico no me es ajeno. Lo real tampoco. Un último caracol hasta llegar. La ciudad está lejos, no recuerdo nunca haber ido hasta allá, nunca, siempre había estado acá. Entre las nubes. Enfrente de esta enorme cruz. Rompo en llanto, las cumbres verdes radiantes iluminan todo a lo largo y ancho del continente. El sol finalmente rompe a su vez a la lluvia y me llena de color, de alegría insana. 

Maimara

  Hoy una niña, en un verdulería de Maimara, me dijo que era hermoso. Me preguntó por qué llevaba una mochila tan grande, y también por mi pelo amarillo. Le dije que la mochila pesaba bastante, pero que ahí llevaba todas mis cosas, y que de donde yo venía, -más o menos- todo el mundo se pintaba el pelo así. Sonrió, me dijo que todo me quedaba muy lindo, y que era hermoso.

martes, 19 de marzo de 2024

Lo que sostiene al mundo

Lo sostenía mientras sonreía amena, tranquila, y con una certeza letal. 

Era una monarca, de esas que pocas veces se posan cerca nuestro. 

Ellas vuelan entre lirios y crisantemos y son felices en esa breve pero intensa existencia.

Rompen su capullo. 

Explotan y se cristalizan en una vida, que busca solo una cosa y nada más.

El amor, 

El amar. 

A otra mariposa, a alguna persona, si se confunden en el camino, pero no hay existencia más pura que la que ellas cargan. 

Hipoteco

 Lunes a la madrugada, las calles del centro soplan un viento que da placer. El banco hipotecario, con sus brutales vigas de hormigón, expuestas, me miran y me exigen que las mire. Camino tranquilo, algo cansado, algo contento, con Margot, que camina al lado mío, solemnemente. 

lunes, 30 de octubre de 2023

consigna c/poema incluido

  Sentado en el sillón, al lado de ese viejo, que recién ahora comienzo a conocer, escucho lo que tiene para decir. Lo miro y me sonríe, con su rostro, como succionado para adentro, repleto de finitas arrugas, y con apenas dientes para masticar alguna verdura, que lo ayude a ir de cuerpo. Mi presencia, hoy, lo alivia. El poeta chileno Claudio Bertoni decía: "Piensas que despertar te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que dormir te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que el desayuno te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que el pensamiento te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que hacer un trámite te va a aliviar/ y no te alivia {...} Piensas que el tiempo te va a aliviar/ y no te alivia/ Piensas que descansar te va a aliviar/ y no te alivia" La mano de ese viejo se posa suavemente en mi muslo. Es el alivio. Que llega después de tanto, tan cerca del final. Miró sus recuerdos en mi imaginación. Me alivian. Al fin y al cabo el tiempo, el descanso, la comida, los amigos, la familia, el cine, los caminos, las risas, la vida. Alivian. Más de lo que Bertoni podía imaginarse.

poema 30

Ese amor

Tuyo

Por mí

¿Cuántas veces lloro?

¿Cuántas veces canto?

Las necesarias, me vas a decir

Por ahora es solo mío

Para guardar y amar

De ahí yo

entré, para no salir más

Salí

Para no volver a entrar

En vos 

En tu cuerpo

En tu esencia, materializada

Por la ciudad

En donde los cuerpos que se buscan, no se encuentran

Y tu niña ríe con mi niño

Buscan los abrazos más suaves 

Los que nos dimos

jueves, 26 de octubre de 2023

Crónica (borrador)

 

Hace unos meses tuve una conversación con mi padre, Claudio Canonico acerca del retorno de la democracia en el país y sobre la última dictadura. Teniendo como punto de partida el veinticuatro de marzo, fatídico día en el que se arrebató la democracia -por última vez- de las manos del pueblo argentino, le pregunté acerca de su experiencia, habiendo vivido ese día, esas, semanas, meses, años. El recuerdo que le dejaron, como le afectaron. Empecé por lo que más me intrigaba, siendo la juventud de mi padre una etapa desconocida para mí. Quería saber cómo había sido vivir su adolescencia en ese entonces, en plena dictadura militar, para contrastarla luego, supongo, con mis veinte años vividos en democracia. Fue entonces que a partir de esta charla comencé a tratar de reconstruir un pasado: ese pasado, tan nuestro, del que tanto había escuchado hablar. Los días, las horas, los minutos, pasaban, sin que yo pudiese dejar un trazo de lo que estaba reconstruyendo. Sentía un enorme respeto, y cierto pudor ansioso. Sentía que el lugar desde el que hablase tenía que ser perfecto.

 Hasta hoy, un día lluvioso de octubre, de dos mil veintitrés, un día después de las elecciones nacionales, en las que la fuerza política que quedó en segundo lugar, de cara al ballotage, además de reivindicar el militarismo de estos años, y etiquetar las atrocidades cometidas contra la población civil como “excesos”, trae devuelta un discurso en detrimento de los derechos humanos, derechos por los que lucharon miles de argentinos en estos últimos cuarenta años. Por esto decidí que hoy era el momento de comenzar a escribir, para dejar testimonio de lo que sucede, en ojos de los “insignificantes” si se quiere, de la historia argentina, cuando se vive una dictadura militar.

 Madrugada del veinticuatro de marzo, del año mil novecientos setenta y seis. En la casa del joven Claudio Canonico, de dieciséis años, los que pueden permitírselo duermen. Duermen tranquilos, a pesar del tenso clima político y social de incertidumbre que domina en el país. Su padre, Piero Oreste Canonico, es un inmigrante italiano, que después de combatir en la segunda guerra mundial, decidió asentarse en la Argentina, para no volver nunca más a esas tierras que vieron nacer al fascismo que lo mando a matar y morir al campo de batalla. Por otra parte, su madre se llama Nelly Esther Iñigo, y es oriunda de Tucumán, hija de un terrateniente que nunca la reconoció. Juntos criaron a Claudio y a Eduardo, su hermano mayor, lo mejor que pudieron; les dieron educación, comida, cariño, y todo lo que pudiera permitirse. Estaban acostumbrados a que el día a día fuese duro, pero con el trabajo de Piero, y el afecto de Nelly, la casa y la vida familiar se mantenían ordenadas y tranquilas. En las semanas previas al veinticuatro de marzo en los diarios, la radio y la televisión informaban de atentados, secuestros, violencia y caos en la ciudad, Claudio les prestaba especial atención, por ejemplo, recordaba perfectamente la masacre de Ezeiza, que tuvo lugar en el setenta y tres, cuando Perón regresó a la Argentina de su exilio. El escuchaba estos salvajes hechos, pero no los vivenciaba en su cotidianeidad. Claudio y su familia vivían sobre la colectora Panamericana en Martínez, provincia de Buenos Aires, y no transitaban demasiado el centro de la ciudad, lugar de donde provenían la mayoría de estas noticias. Tal vez por esta costumbre de informarse, fue que en las primeras horas que siguieron al amanecer, mientras su padre se preparaba para ir a trabajar, y él se alistaba para ir a la escuela, Claudio prendió la radio. Tal vez quería seguir al tanto de como evolucionaba este panorama de “efervescencia política”. Tal vez. Sin embargo, en la radio no sonó la voz usual, esta vez se escuchaba hablar a una voz aguda, otra, que se pronunciaba en nombre de “la junta militar”, y les comunicaba que, a partir de ese día, en palabras de Claudio, cuarenta años más tarde, se habían esfumado las libertades cívicas, bajo -nuevamente- una dictadura, en donde el estado de derecho había cesado de existir.  “Se comunica a la población que a partir de la fecha, el país se encuentra bajo el control operacional de la Junta Militar. Se recomienda a todos los habitantes el estricto acatamiento a la disposiciones y directivas que emanen de autoridad militar, de seguridad o policial. Así como extremar el cuidado en evitar acciones y actitudes individuales o de grupo que puedan exigir la intervención drástica del personal en operaciones. Firmado: Jorge Rafael Videla; Teniente General, Comandante General del Ejército. Emilio Eduardo Massera; Almirante, comandante General de la Armada. Orlando Ramón Agosti; Brigadier General, Comandante General de la Fuerza Aérea”. Esto fue textualmente lo que Claudio y parte de su familia escucharon en esa desolada mañana. La reacción inicial fue de incertidumbre. Se tenía que llevar a cabo una operación densa. Y esa operación tenía el nombre de Proceso de Reorganización Nacional. La cifra -abierta- como reclamo constante, que dejo, de detenidos y desaparecidos es de treinta mil, aunque hoy muchos la busquen refutar, denotando así no otra cosa que su apoyo moral y hasta cómplice a esta sangrienta operación. Que la duda surja en cierto sector igualmente es de entender, ya que, en esos años, el argentino promedio, era testigo únicamente de los hechos que la junta quisiese que fuese testigo. Con todos los medios de comunicación intervenidos, -radio, televisión, diarios- y en manos del estado, lo que llegase a través de este medio pasaba a ser lo verosímil, lo real, sobre lo que se estaba viviendo. No había con que ponerlo en cuestión, a groso modo. Militares en las calles, supliendo a las fuerzas policiales, tanques desfilándose por las grandes avenidas en los desfiles militares, agentes “de civil” con gafas negras polarizadas, y bigotes que cubrían sus rostros como una máscara homogénea del abuso. Claudio los veía, los sentía, mirar, analizar, por encima de su hombro, cuando paseaba por la calle, cuando iba al colegio, cuando volvía, cuando decidía salir, los veía subirse al colectivo para pedir documentación, para a veces llevarse a algunos de los que les daban esa documentación.   

jueves, 12 de octubre de 2023

Satori

 El viento soplaba, gélido, en ese bosque risueño. R. y yo lo mirábamos expectantes desde la otra orilla del río. La hermana de R. nos acababa de dejar allí con su auto; el trayecto de ripios nos había dejado la retaguardia cuadrada como un pedazo de tronco para fogón, pero ni bien bajamos nos sentimos renovados, veinte años más jóvenes como mínimo, cual bebes pataleando en una camilla de hospital o llorando en los brazos de un doctor extraño. Ni el río, plagado de rocas musgosas y resbalosas, ni los arboles agitándose amenazadores por el viento ni el diablo mismo iban a impedir que pasemos la noche en ese bosque. Ya lo habíamos decidido. Procedimos entonces a sacarnos las botas, "Yo no voy a sacarme las botas, son impermeables" "Hace lo que quieras, pero mañana vas a caminar con dos peces en los pies" Ahora sí, nos sacamos las botas y sumergimos los pies en los primeros centímetros del río. Las piedras traicioneras nos hicieron patinar más de una vez, pero después de aprender a limpiarles el musgo con el pie antes de pisarlas, se fueron haciendo más dóciles. Lo cruzamos en diez minutos reloj, y cuando llegamos a tierra otra vez, mojados y ansiosos nos recibió ese inmenso bosque. Las milenarias ramas de sus cientos de arboles gritaban y se movían de manera brusca con el viento norte. Caminábamos y nos ad adentrábamos en la oscuridad, iluminados por nuestras linternas. "Bueno, ¿y ahora que?" dije impulsivamente, sin esperar respuesta. El pasto y el barro se hundían bajo nuestros pasos. El viento cada vez soplaba más fuerte, y hacía descender aun más la temperatura. "Podríamos buscar un lugar para dormir... En donde el viento no alcance a tirar abajo la carpa y en donde no nos trabaje tanto el frío, viste que yo tengo esta campera, este pantaloncito, y bueno, ya conoces la tecnología de punta que maneja mi añeja bolsa de dormir" Media hora transcurrió desde que R. me dijo eso y los dos seguíamos merodeando, la amplitud y profundidad que el bosque no paraba de mostrar me tenía perplejo, pero también me ansiaba a tomarlo, a conquistarlo, aunque eso fuese virtualmente imposible para alguien como yo. Pensaba. Alguien con tan altas aspiraciones, debería estar en otro lado. Ya estaba pensando demasiado, y aunque el camino parecía caminarse solo, empecé a sentir cada paso como lo que era. Una huella más. Perdida, que se desvanece en la inmensa plenitud, de otras huellas pisadas, que fueron formando y forman el corazón de este bosque, que ahora se me muestra como un todo, como lo que verdaderamente es. Un dios. "¿Estás bien?" Alienado, fracturado, pude entrar por esa puerta, por un segundo.        

lunes, 2 de octubre de 2023

línea de tiempo para la crónica.

 Año mil novecientos ochenta y tres.

Enero: "Aceleración de la apertura democrática", Post desastre de Malvinas. Alfonsín se compromete a enjuiciar a las juntas. ¿Interna en la UCR? Finalmente no, Alfonsín fascinaba en las masas, y se había logrado consolidar como la contracara del Proceso. 

https://www.youtube.com/watch?v=4QobNUK90nE&ab_channel=CanalEncuentro

Cultura en los 80's:

https://www.alfonsin.org/otraspoliticas/la-cultura-en-los-80/

domingo, 1 de octubre de 2023

sueño por vos

 Éramos él y yo, los dos solos, sentados en el balcón del segundo piso de ese departamento, viejo pero hermoso, que habitábamos por aquél entonces. Conservaba la misma juventud desde la última vez que lo vi. Con sus extremidades largas y flacas, su nariz puntiaguda, y sus lunares, ah y también ni una arruga más ni una menos. No recuerdo como me veía yo, mi punto de vista no me lo permitió atisbar. Sonreíamos los dos, mientras tomábamos un mate, y mirábamos las calles del pueblito montañés en el que vivíamos. Hablábamos en francés, su lengua madre, en parte porque estábamos en Francia y en parte porque ya se había aburrido de hablar italiano conmigo. Digamos también que después de la guerra y el fascismo, no era tan agradable para su oído esa lengua tana, tan mía. El sol nos golpeaba de lleno, y a medida que hablábamos fui recordando todo. Una infinidad de momentos, valiosísimos para mí, pero que ya había aprendido a olvidar. Volvían uno a uno, mientras miraba su rostro, su forma de expresarse, de gesticular, de tomar el maté por debajo y beberlo a grandes sorbos. Ciertamente lo extrañaba demasiado, tanto así que mi psiquis tuvo que inventarse a este tipo, hecho a la cruda imagen de él, rescatado de lo más profundo de mis recuerdos. "Alors, Oreste, on va ecrire la lettre a ma mere ou pas?" Claro, en torno a esto rondaba nuestra conversación, le íbamos a redactar una carta a su madre, para avisarle que estábamos bien al sur, sanos y salvos, y que ni bien ahorremos los euros necesarios para pagar el tren iríamos a verla. "Oui Oui, bien sur, donne moi". Tomo la hoja que está sobre la mesa y empiezo a dibujar esos caracteres que forman letras, palabras, frases. A él lo incomodaba muchísimo dar aviso de este tipo de cosas, prefería que vayan llegando naturalmente, y que sus allegados se vayan enterando, así, por boca de otros, de sus andadurías. Recuerdo que era algo que yo siempre le criticaba, y al parecer ahora, había decidido seguir mis pasos. La carta estaba por la mitad cuando lo miré y su sonrisa pareció congelarse, en un momento, precioso. Que nunca iba a volver, a existir, a ser. Los años ya habían dejado su huella, y mi alrededor era otro, de buenos aires pero de malos amores. Tenía que irme. Tuve que irme. Dolió como hace mucho no dolía.

jueves, 28 de septiembre de 2023

re escritura de la crónica BAFICI

Esa tarde me levanté de mi cama con dos misiones, la principal era ver si había algo para rescatar en la pereciente relación con mi novia. Y para esto, que mejor que ver películas. Obviando el hecho de que la segunda misión era una consigna propuesta por mi profesor de taller, la misma me parecía genial. La idea de hacer una crónica sobre un festival de cine como el BAFICI era muy atractiva. Vale aclarar aquí que no se me iluminaba ninguna lamparita al hablar del género de la crónica, más que lo que uno puede haber escuchado hablar sobre “la crónica periodística” y tal. Pero bueno, como dije, tenía una misión principal y mal que mal no se terminaba de relacionar completamente con mi otra misión. Con esta dicotomía en mente agarré mi celular y le escribí a Lucía, la que llegó puntualmente a mi casa una horita después. La miré a los ojos y lo sentí, Mal de amores mal que yo elijo- no había nada que hacer. Igual pensé que el plan para la tarde ya estaba propuesto y yo no podía recular ahora. Intercambiamos palabras como dos extraños por unos minutos hasta que se me hizo insostenible y le dije que saliéramos, que se nos iba a hacer tarde para el cine. En la puerta ella me tomó de la mano y nos dirigimos hacía las calles sucias y hermosas del centro de Baires. Calles repletas con bares, restaurantes y pizzerías que transpiran grasa como una fugazzeta recién sacada del horno, debajo de notables edificios deco con aire francés, en los que los oficinistas se comen el pelo de los nervios y los escupen en tachos de basura. Tachos negros, altos y gordos, que en vez de cobijar justamente -basura- cobijan personas. Aunque para algunos de los rostros con los que podes intercambiar ideas en el centro, estas personas bien podrían ser consideradas basura, y por ende el tacho es su lugar idóneo. De esos rostros me trato de alejar ahora mismo, mientras pateo envoltorios de alfajores bajo la luz de faros ingleses, mientras tomo de la mano a una persona a la que supe amar pero que a fin de cuentas no paro de dañar. Así, en silencio, pasaban las cuadras, las calles y las avenidas -San Martín, Paraguay, Córdoba, Viamonte, Tucumán- hasta pisar Lavalle, callecita donde doblamos a la derecha para entrar en una angosta selva de asfalto y hierro. En este delirio cotidiano se mueven miles de almas por día, y éramos solo dos más en ese barullo. Pero las imágenes de ese barullo te interpelan, y te obligan -a mi parecer- a reflexionar ante lo crudo de todo. Igualmente, estando a tres cuadras de la Times Squares tercermundista por excelencia, y del obelisco, la cosa cambia. Sobre calles grises adoquinadas tipos grises de traje con maletines y mocasines se exhiben junto con turistas de todos los colores, chicos y chicas arregladitos, con peinados raros, piercings afilados, pantalones anchos y camperas de cuero, fumando, charlando. Como un voyeur me dejo atravesar por todo hasta que Lucía me zarandea el brazo y me dice -Llegamos Lean, ¿Querés entrar?

Cuando atiné a responder ya estábamos adentro del “monumental” Cineplex de Lavalle y Esmeralda. Mire a mi alrededor, ese centro estrambótico se había esfumado y la nostalgia me abrazaba por todas partes, pisos de mármol de un negro reluciente, pantallas y carteles que enseñaban los últimos estrenos, y advertían a los inadvertidos del festival BAFICI. Verdaderamente era una escena más agradable a los sentidos, y esto no hacía más que incrementar mis deseos de entrar a la sala de cine. Pero antes, había que cumplir una formalidad: acercarse hasta el mostrador, elegir una película y validar el ticket virtual. La película que elegimos llevaba por nombre “El perfume verde” o “Le parfum vert” en su idioma original. Entramos a la amplía sala, iluminada levemente por unas luces tenues, y elegimos azarosamente donde sentarnos. Lentamente la sala se fue llenando de personas, y lentamente también las luces se fueron apagando. Hasta que de repente nos quedamos a oscuras. Se encendió la monumental pantalla y luego de unos densos avisos publicitarios, en los que -cabe destacar- la presencia de la imagen del pre candidato a presidente: el pelado Larreta, quién se fue triunfalmente abucheado por el noventa por ciento de los presentes. Personalmente, estaba contento de cumplir ahora sí mi rol de voyeur al pleno sentido de lo propuesto por Christian Metz: un mirón inhibido que mira la historia que cuenta la pantalla como a través de la cerradura de una puerta; como si la misma se estuviese llevando a cabo en ese preciso instante. Y así estuve con el culo pegado a mi butaca todo lo que duró la entretenida película, la cual seguía a un hermoso actor que busca su amor en el medio de un rejunté de acontecimientos de mierda ¡Al igual que yo!. Con la diferencia de que en la película -como siempre- hubo un final feliz. Mientras que en mi realidad, el final fue más bien amargo.

descripción de fotos, en orden cronológico

 


Año 1939. En un terreno amplío y llano, delante de un considerable galpón oscuro, con lo que pareciera ser múltiples puertas o persianas metálicas, podemos ver parado a un sujeto joven. Porta un uniforme militar, más precisamente el uniforme de las tropas de Il Duce, Benito Mussolini, durante la segunda guerra mundial, con su característico sombrero y la insignia del águila. Sus ojos, escondidos bajo la sombra de su sombrero, penetras con seriedad al lente de la cámara. A su derecha, fuera de foco, se llega a dilucidar a otro hombre, tal vez mayor, pero de similares vestiduras, guardando algo en un bolso.



Años 1946-1947. Situada en un puerto, en la fotografía se aprecia un enorme barco no de carga sino de pasajeros. La escalera esta desplegada y lista para ser utilizada. Los protagonistas son seis y están de pie. Tres hombres, dos mujeres y una niña. Dos de los hombres visten de igual manera: portan un pantalón sastrero de un color claro y una camisa blanca. El tercero de los hombres viste un uniforme oscuro con sombrero, similar a los navales, y tiene sus brazos posados sobre los hombros de las mujeres. Las mujeres por su parte, con largas polleras, una clara la otra oscura, cabello corto y camisas blancas y similares, toman de la mano a la niña, que aparenta no más de seis o siete años. Ella se encuentra parada entre ellas, lleva puesto un vestido y su rostro posee una expresión arrugada.




Año 1956. En la fotografía, aparentemente tomada en un estudio, se aprecia a un hombre de edad madura parado delante de una escena, en la que destacan un pilar de mármol, y un telón abierto de par en par. El hombre lleva el cabello corto, partido a un costado, el rostro afeitado, y tiene una mirada solemne, que reposa debajo de unas tupidas cejas. Esta posando con las manos dentro de los bolsillos de su traje tipo smoking de color negro, con un moño y con un listón colgado en diagonal sobre sus hombros que tiene la leyenda: "Mister 1956" aludiendo a una posible competencia de estilo.


 


Años 1970. La fotografía es a color, y se aprecia una habitación de tonos cálidos, en la que sentados sobre una cama de dos plazas, con sus respectivas mesitas ratonas y veladores, se encuentran los protagonistas: dos niños. El de la izquierda, y el más pequeño de los dos, con tal vez cinco o seis años de edad, está sonriendo con la boca abierta. tiene un trajecito posiblemente escolar, y con un saquito azul. Sus cabellos cortos, rubios y ondulados destacan en su pequeña cabeza. A su derecha, esta el muchacho mayor, con no más de ocho años. Vestido con una camisa leñadora, un chaleco gris, y un pantalón negro, su rostro denota una expresión seria, y cansada, mientras sus manos -grandes para su edad- se agarran la una a la otra entre sus piernas. 





Año 1994. Fotografía color sepia, con la fecha en la que fue tomada grabada debajo a la derecha. Situado en la llanura del campo, con interminables hectáreas de terreno para cultivo, al costado de lo que parece ser una ruta, se aprecia un caballo blanco mirando al horizonte con una humilde carroza, sobre la que posa un hombre, aparentemente un anciano. Esté mira a la cámara, a través de sus anteojos de sol, mientras posa uno de sus brazos en su cintura y el otro sobre la carroza.


 

jueves, 21 de septiembre de 2023

recuerdos tempranamente tontos y oscuros

 Entonces, sentado ahí, pensando, divagando en los desiertos de mi frágil memoria, me puse a recordar. Recordar algo, que no me parta al medio, algo contento. Pero no terminaba de funcionar. Sentía, olía, veía; los rostros, los cuerpos, las sombras, pasar y pasar de aquí para allá. Era de noche. Yo, nocturno, odioso, salvajemente solitario y cansado, caminaba por el borde de la autopista "Acceso oeste". Las amarillentas luces cálidas me encandilaban, a medida que mis pasos me adentraban más y más en esa turbada soledad, de la quien no encuentra a quien pedir ayuda. A mis dos acompañantes no podía confiarles esa parte de mi corazón. Dos entes sumidos en la euforia no podrían comprenderme. Jamás. Ellos pedían la demencia. Me resultaba más cómodo y conocido cerrarme, seguir observando en silencio el decadente panorama que proponía esa autopista. Asfaltada a duras penas, cada tanto se aproximaba lentamente uno que otro autito de mala muerte, para hacernos luces. Después de todo, era una escena atípica. Cada tanto también se aproximaban las entradas a distintos barriecitos, con calles de tierra y esta vez sin luces, pero sí con olor a basura quemada, hedor que se metía en mi olfato y me incitaba a devolver mi almuerzo. Cuando mis ojos enfocaban ese porvenir, sabía que no quería dirigirme hasta ahí. Quería volver a mi casa, en Retiro, o a la de Carilo, esa en la que imaginaba duendes saltar y jugar en su patio con forma de pozo, en el que me tiraba por horas al sol, a esperar la hora de merendar, en la que comía medialunas y tomaba la chocolatada. Mientras mi viejo sacaba fotos, fotos que aún conservo en carpetas en mi computadora, como mi única coda hacía esos años, ciertamente felices y más luminosos que las calles de tierra que pateaba en esos momentos mi yo de quince años. Triste, drogado, y solo.

Fatalmente solo.

Pero entre la soledad que tanto me agobiaba y la felicidad que tanto añoraba no hay ninguna diferencia. Son dos recuerdos, que creo recordar cuando estoy solo, cuando estoy acompañado. Se saludan de ventana a ventana y me sacan la lengua, con una mueca graciosa. Cuando mi gato se sienta encima mio mientras estoy acostado y me estornuda en la cara, resuelvo felicidad, pero de su melancólico observar por la ventana, acostado sobre el sillón en un día gris, entiendo soledad. Solamente reír, genuinamente, se abre paso en mí como algo real. Me devuelve a la silla desde la que escribo, y me pone con las patas mirando hacía el techo. El ver su rostro, reír, genuinamente, me devuelve la lucidez y la cordura. Que creí perder, hace mucho tiempo.     

miércoles, 20 de septiembre de 2023

nota de lectura sobre crónicas.

 Martín Caparrós,  "Kapuściński"

El narrador abre la crónica con un intercambio tomado de una entrevista, en la que el personaje de principal interés, un periodista, se jacta de nunca haber hecho una entrevista. Abre el relato con letras en mayúsculas, y es una herramienta que vuelve a utilizar, cuando brinda datos de importancia. El protagonista es este mismo: Ryszard Kapuściński, un periodista polaco con una importante trayectoria, y su breve estadía en Buenos Aires para impartir un taller de periodismo. Se lo describe como chiquito, y como "el maestro". A lo largo del relato el narrador va describiendo sus encuentros, sus charlas con él, y por momentos nos da a conocer pedazos de la historia del protagonista, contrastándolas con su presente. Nos da a conocer su moral, sus no-lecciones, sus emociones, inquietudes y reacciones ante ciertos eventos. Todo esto mayoritariamente a través del dialogo, transcrito de manera literal en el texto. Enseñándonos la voz de este protagonista tal y como es.    


Eduardo Longoni, "Crónica de un soldado atormentado"

Longoni nos narra una historia fuertísima de supervivencia, de esperanza, y de redención, en cierto punto. El soldado atormentado, protagonista ausente en la primer parte del relato, tenía una misión: devolver el pullover que le había salvado la vida tantos años atrás. Pero para llegar a su historia antes Eduardo nos pasea por su encuentro con las islas Malvinas, y un hombre llamado Patrick, que no guardaba estima alguna para los argentinos, más después del conflicto bélico. Nos detalla el encuentro con esa familia, que nosotros no sabemos, pero da inicio a la verdadera historia que nos viene a contar el narrador. La de un soldado argentino, que años después de terminada la guerra fue hasta allí con su familia para devolver esa prenda tan preciada para él, y olvidada para la familia inglesa. Es luego de escuchar esta historia que Eduardo vuelve para contactarse con este soldado, y escuchar su historia de primera mano. Dejándonos escuchar su testimonio a través de las citas de un dialogó con él, entendemos cómo este soldado, Miguel Angel, vivió la guerra de Malvinas. Desahuciado, desamparado, asustado, un niño que nunca había empuñado un arma suelto en el campo de batalla, con ordenes de matar y no preguntar. Y es en este contexto que se topó con la estancia Murrell, vacía, la cuál a pesar del temor inicial con el que la abordaron, les sirvió de aire, para comer, vestirse, y sentirse un poco más humanos. Precisamente esto es lo que Miguel Angel abrazaba, en ese pullover, que finalmente, en un acto de redención propia decidió devolver, con una cruda pero emotiva carta en inglés.


Inés Ulanovsky, "Las fotos que hoy llenan tu instagram"

Con esta crónica Inés consigue transportarnos a esa fatídica época del dos mil uno, esa de la que mi generación no supo ser parte, y parece tan lejana e irreal. A través de los crudos testimonios que veinte años después cinco fotógrafos, -periodistas también- amateurs y profesionales por igual, de relatan en primera persona, consigue re construir ese agitado escenario, en el que parecía que el país estaba a punto de estallar. La clase media estaba en la calle, golpeando cacerolas y gritando "¡Que se vayan todos!". La represión era brutal. Gracias a estos protagonistas -nosotros- los que no vivimos el dos mil uno, y los que sí lo vivieron, nos sumergimos en esa vorágine de emociones que son la angustia el dolor la melancolía. Una idea central es la de la no digitalización que se vivía por esos años. Detalla los rollos, las técnicas de fotografía analógica o la no técnica que utilizaban algunos de los fotógrafos. A su vez se detiene en cada uno de sus protagonistas para contarnos alguna parte de sus historias. Y el plato fuerte: las fotos. Estas fotos completan la crónica, lo que Inés busca transmitir, y si bien el relato podría servirse sin ellas debido a su firmeza, añaden una potencia inmejorable. "Una foto vale mil palabras" Es un refrán bien conocido, y en el caso de algunas de ellas, se aplica ciertamente.  

jueves, 7 de septiembre de 2023

andamios y arboles

 Me gustan tus besos, en mis hombros, en mis labios, y que me mires con esa sonrisa, que me invita a desenredar un misterio, un vino, una relación, o una simple vida juntos. Vida llena de diferencias, llena de reclamos. Lo que no es estimado por vos, si lo es por mí. Hay veces en las que eso resulta incómodo para los dos. Y otras en las que resulta esplendido. Pero hoy no. Hoy nos encontramos en aparente armonía. Respiro el aire del parque en el que me citaste y mi piel empieza a transpirar de júbilo. Vos estas ahí, quieta -sonriente- y paciente. Abrís y cerras los ojos, miras a tu derecha, miras a tu izquierda, bostezas, te frotas los ojos con el puño de tu buzo y me miras. 

Solemne.

De repente, la pantalla se enciende. Vuelvo mis ojos hacia abajo. La miro, te miro. Entonces pienso "Por favor, no la levantes". Vos la levantas, pones cara de nada, me decís todo. "Fue la última vez. Ya la apago".

No la apagas. De hecho, solo la pones en silencio y en "no molestar".

Pero a mí me molesta igual.

Los pájaretes cantan y silban melodías conocidas. El pasto se mezcla con el barro y la humedad que emana me empieza a mojar los pantalones. 

jueves, 6 de julio de 2023

sentimiento número uno

uno

dos

tres 

sentado en la parada 
del noventa y tres

el viento te dice: 

"esta noche no va a venir"

entonces suspiras

y pensás

en ella

en cómo te pesa

tan brillante
tan blanca 
tan linda
tan cat

es ella

la que te lleva a dar una vuelta

para curarte bien

para arroparte en su cama

muy bien también

para tenderte la mano

tan dulcemente

para que de esa forma la beses

con tu corazón en la boca

lleno de calor
lleno de ardor
lleno de fulgor

fulgor lunar que ella refleja en vos

y que te hace desear ser suyo

por siempre

o al menos 

por lo que dure este instante hoy

instante nocturno y precioso

que delata un amoroso deseo



martes, 27 de junio de 2023

Cuando me vuelva papel otra vez.

 ¿Quién me dará algo para fumar? yo solo se mentir y por este memo los gorrudos me van a dar unas buenas patadas en la boca, por no acatar que arriba de esas persianas metálicas que relucen las esquinas nocturnas de la boca, absurdamente, no puedo comerte la boca. Tampoco se puede dormir abajo de ellas, sobre aislantes de cartón, con frazadas para perros, a esperar el último adiós. Pero hace frío y me falta un amigo, un abrigo, una piel extraña, que acompañada de una casa, de una cama, venga a sacarme de estos líos. Tal vez vos me traigas algo más que palabras, tal vez un paraguas, ese que guardaba en mi bolsillo, cuando todavía tenía bolsillos, en mi pantalón, en mi camisa, en mi campera, en mi corazón, en mi remera. Porque si al final de mi espera estas ojeras, negras, se estiran como la jeta de un muñeco de cera que se fuma un pucho, no quiero esperar más. Toda la noche buscando un paraguas, que estaba abierto sobre mi cabeza. !Ah! Así me canso, me caso, vuelvo a lo cartesiano. Jamás a lo mundano. Siempre vuelvo a los problemas, no a las soluciones. Volver a pensar, a sentir, a esa púnica manera de vivir, de gemir, de reír, de sufrir, de insistir, desistir, de pedir salir. Salir para volver, una vez más a lo extraño, para por fin estar solo, para llorar sobre el bidet, ochocientas lágrimas de miel.

domingo, 18 de junio de 2023

El bureau del ñoqui.

 Camino, trabajo, me siento, me paro, escribo, hablo solo, hablo con personas: "Esos ascensores no funcionan, pueden tomar estos otros", me vuelvo a sentar. Me vuelvo a parar, miro mis pantalones, les hago un dobladillo, lo des hago. Pasan los segundos los minutos las horas los tic tac todo me resuena en la gorra sin parar. Tarareo armonías y melodías que me hacen feliz. Vuelvo la vista hacía los ojos, hacía las caras que pasan; no me dicen nada. Tomo profundos suspiros. Vuelvo al papel, a la hoja, al lápiz, a mi cabeza, del lápiz a mi cabeza no de mi cabeza al lápiz. Chau me fui.  

martes, 30 de mayo de 2023

El mar y la ciudad.

 La pequeña Mer caminaba por las calles de caballito como cualquier otro día. Caminaba respirando el delicioso olor a pata mezclado con humedad que inundaba esas calles. Eso se respiraba como cualquier otra cosa respirable dentro de los respirables hedores que uno podía respirar. Por la nariz y con gusto. De igual manera su mente divagaba en otras cuestiones. Tenía que asistir algún lado, semblaba asunto importante, pero no recordaba el dónde ni el por qué específicamente. En una epifanía, su frágil memoria le recordó que el subterráneo la podía llevar a donde sea que necesitase, así que alegremente decidió encarar hacía la estación mas cercana. La misma tenía el nombre de Río de Janeiro y se encontraba a unos tres coma cinco metros de distancia de donde ella se encontraba, dato exacto extraído del último censo de distancias cotidianas. Entonces sonrió, estiró una de sus piernas lo más que pudo y dio con el primer escalón a descender. Dentro la cosa cambiaba, era el paraíso subterráneo que ella bien conocía. Bossa, praia, mar, arena, bellas chicas y bellos muchachos en flojas vestiduras. En fin, lo que se podía esperar de un lugar como Río. En regardant ce merveilleux spectacle la petite Mer tomba. Tropezaron tanto ella como el mar, como bien dije. La diferencia fue que ella fue a parar sobre la cinta transportadora del subte. El mar por otro lado terminó en el olvido mismo, igual que siempre. Se deslizo por unos minutos, tranquila, sabía que aunque resultase brusco, era la manera que el metro tenía de llevarte siempre a tu lugar. Después de cinco minutos de deslizamiento la cinta frenó en seco y escupió a su única pasajera hacia la calle. Levantó la cabeza y observó un edificio monumental, con una impronta francesa en su arquitectura, los carteles aledaños le daban nombre: Centro Cultural Kirchner. Lo primero que vino a su mente fue el genial pintor alemán Ernst Ludwig Kirchner. Luego sus neuronas hicieron sinapsis y recordó lo que era tan importante, importantísimo, de hecho. Trabajar. Haciendo algo. En ese lugar. Eso precisaba. Miró su reloj y este le devolvió un chorro de perfume en la cara. Era lo que este hacía siempre que llegaba tarde a algún lado. Se ató los cordones de las botas y se lanzó a las escaleras del edificio, corriendo. La recibieron dos jóvenes de alta estatura. "Buenos días", dijeron al unísono. "Hola! estoy llegando tarde", respondió Mer. "Vos debes ser el mar", le respondieron al unísono, otra vez, y procedieron a empujarla dentro del lugar sin aguardar respuesta.

miércoles, 24 de mayo de 2023

Pensamientos del sur

Y cuando me acuesto y miro el cielo

Lo veo

Eso que tanto busco

Que tanto ansió

Por lo que vuelo miles de kilómetros

Por lo que lloro cientas de lágrimas

Lo encuentro

Ahí nomás

Pero en ese encuentro

Me espera también el,

Ese cochino llorón

Que nunca se conforma

Que nunca se calla

Y siempre pide más

Soy yo

Siempre soy yo

¿Alguna vez dejaré de serlo?

Siento que no

Carta a Piero

Carta a un viejo

Que no conocí

Pero que sentí a lo largo

De toda mi vida

Corta pero intensa

Cómo supo ser la tuya

Hasta que viniste acá

Escapando de los fachos

Por los que tuviste que poner

El cuerpo y la cabeza

Europa

Africa

America

Desaparecido

Devuelto a la vida

Para enamorarte del norte

Una vez más

Del otro lado del charco

Con el semblante serio

Poco amargo, poco contento

El flaco

Con los rulos cortitos

Prolijos

Tu historia es la mía

Te voy a querer

sábado, 29 de abril de 2023

El deber sagrado.

 Era una tarde dorada en el convento, en el mes de diciembre. Por fin se respiraba ese aire puro, que como cada año, venía a limpiar nuestros pecados. Me encontraba caminando por el patio, admirando los arboles y arbustos perfectamente podados, cuando me interrumpió el ladrido de un perro, negro como el carbón. Me asusté, yo sabia que ese animal no podía significar buenos porvenires. Cuando me recompuse, mire en sus ojos rojos y supe que él sabía. El pudor me invadía; "¿Sera esto una señal divina?" pensé, debía serlo. Luego de clavar su mirada en mi, el animal salió corriendo, tuve que sentarme en uno de los bancos para despejar mi mente y calmar mi corazón. Y tuve cortos minutos para hacerlo, ya que escuché las campanadas y al mirar el antiguo reloj del patio este marcaba las ocho en punto, precisaba ir al comedor a servir la cena para los niños. Al llegar a la cocina preste el oído a la conversación entre los monjes y los novicios, y entre plato y plato servido, logré escuchar los rumores: "-Dicen que hay un perro negro merodeando por el convento... -Yo lo escuché, pero no lo vi. Nadie lo vio hasta ahora. -Deben ser todos inventos de ese viejo y supersticioso enano.". Me mantuve callado, pero la ansiedad me comía por dentro. Cuando dirigí la mirada hacia mi costado pude ver un perturbado rostro, entonces pregunte: -"¿Que sucede buen Tomas, porque no llenas con puchero ese plato vacío?" a lo que este me contesto: -"Lo siento abate Adso, hay algo que me perturba, preciso ir a hablar con el señor cuanto antes." para luego abandonar la cocina. No me cabían dudas, el buen Tomas también sabía. Cuando todos se acostaron, yo llevaba horas dando vueltas la cama y en mi cabeza, reflexionaba de esta manera sobre lo que debía hacer: "¿Debo decir lo que se, y dar rienda libre al pánico para que cunda una vez mas en este sagrado lugar? ¿O debo callar mis conocimientos, encontrar al responsable y hacerlo sucumbir ante la ley divina por cuenta propia?" mi corazón se inclinaba por esta segunda manera de pensar; esta sagrada institución ya había sufrido demasiado en los últimos tiempos, y mi deber como abate era protegerla.
 Estos párrafos fueron lo ultimo que el abate Adso escribió en su diario personal. Datado 12 de diciembre de 1998, lo que aconteció con el después, es lo que vengo a resolver. Me indicaron que apareció esa misma madrugada, colgando de la aguja mas alta de la antigua torre del convento, en ropa interior, y con marcas de azotes por todo el cuerpo. Por el momento solo tengo tres pistas, ya que descarto las proposiciones metafísicas del abate sobre el perro que "sabía". Entonces: un "enano" supersticioso, el "buen Tomas", y el hecho -desconocido para todos- que el abate se dirigía a finiquitar.  Me puse manos a la obra. Comencé por interrogar a monjes y novicios por igual, y aunque se mostraron reacios a cooperar debido a lo reciente de los hechos, me indicaron algo interesante, al parecer la reputación del abate en el convento distaba de ser homogénea, ya que el abate era adorado por unos y detestado por otros. Con esto en mente, comencé la búsqueda de mis dos sospechosos, y rápidamente di con el nombre del primero: Guillermo Ettiene. Emigró hace sesenta años desde Marruecos al convento, y en su esplendor -alrededor de los años '50- fue la mano derecha del abate Busoni, predecesor del póstumo Adso, poseía una formación como exorcista pero a esta altura era un delicado anciano. También me fue indicada su baja estatura, debido a su edad, y que no seria muy difícil encontrarlo, ya que siempre estaba merodeando por el subsuelo del lugar. Alrededor de las cuatro de la tarde bajé a esas catacumbas gigantes, propias de la edad media, en la que se encontraban enterrados cientos de monjes oriundos del lugar, a buscar a Guillermo. Por un momento temí perderme, pero lo encontré sentado reflexionando en un banco de piedra. Le pregunté: "¿Señor Guillermo? Disculpe, mi nombre es Luca Lafleur, soy el investigador contratado por el convento. ¿Podría hacerle unas preguntas respecto a lo sucedido hace unas noches?". No obtuve respuesta. El pequeño anciano parecía estar absorto en una profunda meditación, y note que estaba observando algo en específico. Era un espejo que se encontraba en la pared enfrente nuestro. Intenté una vez mas, pero sucedió algo, para lo cual todavía no encuentro razón de ser: Un balbuceo, en una lengua antigua, desconocida para mi, comenzó a brotar de Guillermo, a medida que su tono de voz se elevaba yo me alejaba más y más, y llegó a un punto que tuve que tapar mis oídos con ambas manos. Hasta que el espejo saltó de la pared y estalló en cien pedazos contra el piso. En ese momento ceso todo, o eso atiné a pensar. "El fin esta llegando" llegué a escuchar, y sentí que el piso empezaba a temblar tímidamente. Escuché unos apresurados pasos bajando la escalera. Ya había sacado a relucir mi revolver, preparado para lo peor. "¡Cuidado!" gritó la voz del monje que acababa de entrar en escena. "¡¿Que esta haciendo con un arma en este lugar sagrado?!" el piso había cesado de temblar y allí no había mas rastros del espejo roto, sino que el mismo se encontraba en su lugar. Sentí que me estaba volviendo loco, pero guarde mi arma rápidamente y le conteste con vergüenza: "-No lo sé" a lo que me respondió: "-Por favor, el señor Guillermo padece principios de demencia senil, es mejor no perturbarlo" volví mi mirada hacia el anciano y permanecía en la misma posición en la que lo había encontrado, parecía no haber movido un pelo. Antes de irme y dejar atrás esa bizarra secuencia y al desconocido monje atiné a preguntarle su nombre. "Tomas" fue la respuesta que obtuve, y no podía ser azar. Algo raro ocurría en el convento y con estos personajes. Pero mi cerebro no podía procesar mas información, precisaba dormir.




viernes, 28 de abril de 2023

Crónica BAFICI.

Después de caminar unos pares de minutos por las calles del centro, llegamos a lavalle y esmeralda. Allí, como en tantos otros espacios a lo amplío de la ciudad, estaba llevándose a cabo el festival de cine independiente BAFICI. En una de las puertas del cine pude apreciar un gran cartel que lo confirmaba.
Una vez dentro nos recibieron dos chicas detrás de un pequeño stand decorado con la iconografía del festival. Como habíamos comprado nuestras entradas vía internet, les preguntamos que precisábamos hacer, y nos respondieron: "Para validar su entrada es por allá, todo derecho". Todo derecho pude ver a tres chicas, escaneando las entradas de unas personas, así que después de comprar unos pertinentes pochoclos fuimos a que validen nuestras entradas de igual manera. La sala poseía una pantalla monumental, y en ella empezaron a correr las propagandas usuales. Hubo un hecho que llamo mi atención: Horacio Rodriguez Larreta, gobernador de la ciudad y candidato a presidente, apareció tras finalizar una publicidad, y la gente presente lo abucheó. Luego se apagaron las luces y comenzó "Le Parfum Vert". Dirigida por Nicolas Pariser, este film francés narra la agridulce aventura de Martín, actor de la Comédie Française, quien luego de presenciar el asesinato sur scene de su mejor amigo es secuestrado por los responsables, y se ve obligado a meterse en un asunto muy turbio con implicaciones internacionales. Personalmente la disfruté mucho y la recomiendo. Retomando sobre el festival en si, debo decir que me llevé una muy buena impresión. Pienso que es una propuesta genial para dar a conocer artistas y producciones nacionales e internacionales, a la vez que fomenta el ritual del cine.

martes, 25 de abril de 2023

Entrevista

 Madrugada del veinticuatro de marzo, del año mil novecientos setenta y seis. En la casa de Claudio Canonico, de dieciséis años, los que pueden permitírselo descansan. Descansan tranquilos a sabiendas de que mañana habrá otro día, a pesar del tenso clima político y social que inunda el país. Pero en las primeras horas que siguen al amanecer, después de prender la televisión, se enteran de que todo va a cambiar. Hubo un golpe de estado y se instauró una dictadura cívico-militar. Tuve la oportunidad de hablar con Claudio acerca de esto, hace unas semanas. Le pregunté por los hechos y los años que siguieron a esa mañana, el recuerdo que le dejaron, como le afectaron. Empecé por lo que más me intrigaba, siendo la adolescencia de mi padre una etapa desconocida para mí. Quería saber como era su vida en ese entonces, viviendo la dictadura, en contraste con mis veinte años vividos en democracia. Teniendo esta pauta en mente tuvimos la siguiente conversación:

-¿En que etapa de tu vida te encontro el 24 de marzo de 1976?

-Yo tenia 16 años y estaba en cuarto año de la escuela secundaria, me acuerdo perfectamente de como fue, por lo general los golpes ocurren durante la noche, a la madrugada, entonces cuando vos te despertas a la mañana te enteras que el presidente en ejercicio del poder no esta mas, y que lo suplanto una junta militar. La dinámica era esa. En este caso era la esposa de Peron, Isabelita. Recuerdo que nos despertamos esa mañana y todos los medios de comunicación estaban intervenidos, lo único que pasaban eran marchas militares y cada tanto un comunicado, "comunicado numero uno, la junta de gobierno informa a la población que tomamos las riendas del poder.."  y blablabla, todo así. En ese momento en el año '76 no había redes sociales, no existían, había televisión, radio y diarios, y los militares estaban a cargo de todo.

-¿Cuales fueron los cambios mas evidentes que notaste a partir de esa fecha?  

-De un momento para otro, todo lo que eran libertades cívicas, se esfumaron. el estado de derecho no existe mas. Es muy drástico, te acostas una noche con un gobierno, que podía tener miles de problemas pero era democrático, elegido por el pueblo, y al otro día te encontras que estas gobernado por tres tipos. A quienes todos conocían porque en ese momento los militares tenían mucho mas protagonismo que ahora. Todos sabían quienes eran Videla, Massera y Agosti. Te das cuenta que se acabaron muchas cosas y a medida que pasa el tiempo lo vas viviendo, por ejemplo yo termine la secundaria el año siguiente, quería estudiar psicología y me encontré con que la universidad de psicología de la UBA estaba cerrada, la cerraron los militares porque consideraban que eran ideas subversivas las que se difundían en la universidad, así que cerraron la carrera, entonces en mi caso tuve que trabajar y estudiar en una universidad privada. Y así con todo: recortes de los derechos mínimos de la gente, música intervenida, había censura en todo, estaban intervenidos los canales los diarios la radio, los músicos tenían que disfrazar las letras para decir lo que querían decir, el cine estaba intervenido también, había un tipo que se pasaba horas viendo películas y cortando el celuloide para que llegara al publico lo que ellos consideraban. Y la presencia de los militares en las calles, por todos lados, en vez de policía, militares, y perseguían a todos los que pensaban distinto. Sin embargo eso no trascendía demasiado porque estaban todos los medios de comunicación censurados. El grueso de la gente no sabía que se estaban produciendo desapariciones, a menos que te tocara de cerca algún familiar. Es un tema que trascendió después.

-¿Y antes del golpe que contexto percibías?

-Era un momento de mucha violencia, recuerdo a partir del '73, con mucha efervescencia política, y mucha violencia armada: estaban los montoneros, que se percibían como peronistas de izquierda, que mataban y secuestraban gente, también estaba el ERP, que querían llamar al pueblo e iniciar una revolución, me refiero a que el contexto era muy violento. Y la respuesta institucional a esa violencia, estaba dada por la triple A, una organización paramilitar que se creo en el ministerio del interior, y cuyo jefe era el "brujo" Lopez Rega. Y entonces se mataban entre ellos. Por ejemplo yo era adolescente pero lo recuerdo muy bien, cuando Peron volvió de España, organizaron un acto de bienvenida en Ezeiza y ocurrió la famosa Masacre de Ezeiza. Las cosas que trascendían en los medios eran muy fuertes, muy salvajes. Y la dictadura vino a terminar con eso con mas violencia aun.

-Entonces notaste un cambio significativo con respecto a la situación de montoneros, de la triple A...

-Claro si, el gran cambio fue que de un día para el otro se acabo todo. Como si nos hubiesen puesto a todos en una jaula y chau. Porque no trascendía el tema de los desaparecidos, que iban a buscar a la gente la agarraban y los torturaban, los tiraban al río de la plata, y miles de atrocidades más. Para la gente común era, bueno vos ya no podes hablar de nada, no podes expresar tus ideas políticas, ves que hay censura por todos lados, pero había vuelto a reinar cierto "orden" que era ficticio claramente.  

-Avanzando con tu transcurso en la facultad y llegando a los últimos años de dictadura, ¿Qué percibías?  

-Llega un momento en que la gente empieza a cansarse y decir ya esta, los músicos seguían tocando, escuchabas las letras y sabias lo que estaban diciendo, era imposible mantener un estado policíaco por tiempo indefinido, la sociedad ya volvía a tomar las calles. Me acuerdo patente un día, en el que la CGT llamo a una manifestación contra la dictadura, a la que fui y termine corriendo de la policía que nos reprimieron con gases lacrimogenos, sin embargo, eso fue ponele una semana, a la semana siguiente Galtieri toma las Malvinas, y en la misma plaza, en donde una semana atras estaba lleno de gente protestando para que los militares se vayan de una vez por todas, ahora estaba repleta de personas avivando a Galtieri por la soberanía de las islas. Eso me marcó. Mismo en el '78 cuando se celebró el mundial y lo ganamos, todo el mundo salió a festejar como si no estuviéramos viviendo una dictadura.

-¿Que reflexiones te sobrevienen, al haber vivido una dictadura a la hora de pensar en el presente?

-Después de haber pasado por todo eso, ahora podemos estar mal, pero en comparación con eso estamos mil veces mejor, pero mil veces mejor, en el sentido que prácticamente, desde que se tomo el camino de la democracia con Alfonsin, primero, vos ahora no debes saber quien es el comandante en jefe del ejercito, ni como se llama, ni el de marina menos  y así. En aquella época todo el mundo sabia, porque aparecían todo el tiempo hablando y opinando, y los medios de comunicación los consultaban, ¿por que? porque eran entrecomillas la reserva de la moral y la argentinidad, o para mucha gente lo representaban, y todo el mundo esperaba que si eventualmente los políticos no hacían las cosas como debían, ellos iban a poner el "orden". Ahora eso no existe, hoy en día no sabes ni como se llaman. Eso ya es una mejora sideral, es un paso adelante gigantesco, que por ahí los jóvenes no puedan entender porque no vivieron eso. Y la violencia sin precedentes que hubo para con el pueblo argentino, porque te digo, el gobierno militar fue el mas violento de la historia del país. Así que hoy en día agradezco que mal que mal tenemos una democracia, y no hay una persecución del estado hacia nosotros. 



Chaumont

 Exterior, noche, salgo del Gaumont y me paro a mirar los posters de las distintas películas en cartelera. Dispuestos en las puertas transpa...